Nacido en Francia a fines del siglo XIX, el Impresionismo marcó un giro radical en la historia del arte. Lejos de los estudios cerrados, sus artistas salieron a pintar al aire libre, capturando con pinceladas rápidas la luz cambiante, los reflejos y la atmósfera del momento. Más que representar la realidad, buscaban transmitir la sensación de estar allí, en ese instante fugaz.